miércoles, 6 de julio de 2016

"...¿mi bebé está sufriendo?"


En esta ocasión compartiré un pequeño trozo más de mi experiencia de pérdidas y las reflexiones que al respecto he hecho.

Considero que hay un vínculo muy particular que se crea entre una mujer embarazada y el bebé que está gestando, y me parece que no podría ser de otro modo pues no existe mayor conexión física que la que se produce en el embarazo; sin contar con la formación social que las niñas adquieren desde el hogar, y que se sigue replicando durante su crecimiento y desarrollo.

Cuando tenía seis meses de gestación en mi segundo embarazo, y enfermamos, mi bebé seguía viva en mi vientre, sin embargo yo sentía que ella estaba sufriendo físicamente. No sé cómo explicarlo; siempre pienso que aunque haya lógica pues la unión es física, no hay nada científicamente demostrado al respecto de si una mujer embarazada puede percibir o no lo que su bebé en gestación está sintiendo, al menos no he encontrado información comprobada al respecto, pero el punto es que yo sentí que ella sufría, que ella sentía literalmente dolor físico.

Por supuesto que en esa situación, y durante mucho tiempo después, cuando pasaba y repasaba en mi mente los hechos, "deducía" que ¡claro que ella sufría! porque "¿cómo te sentirías si tuvieras los pulmones rodeados, y el abdomen y la cabeza llenos, de agua?, seguramente sentirías dolor, eso simplemente no es "normal", debe ser doloroso, y más siendo una pequeña bebé."

Cuando nos dieron el "diagnóstico" nos dijeron la consabida frase de que lo que presentaba nuestra hija eran "características incompatibles con la vida", dijeron también que lo único que se podía hacer era inducir al parto, y que nuestra bebé moriría de cualquier manera y en cualquier momento...        Es impresionante como algunos médicos simplemente le arrancan de cuajo a uno las esperanzas, así, sin más. Cómo nos aturden con términos médicos que nos son imposibles de entender, y no nos dan oportunidad siquiera a comprender y asimilar lo que está sucediendo.
Al día siguiente los médicos hicieron su correspondiente ronda por la mañana, hacían preguntas acerca de cómo me sentía y yo solo podía pensar "¿Cómo me siento?, como una mierda! ¿No deberían ustedes estar haciendo todo lo posible por salvar la vida de mi hija en lugar de 'inducir al parto' y decirme que simplemente va a morir y ya? Siento que mi bebé está sufriendo y que ustedes 'no hacen nada por ayudarle.' ¿Cómo me siento, me preguntan?"
Pero claro que eso solo lo pensé, no lo dije.

Uno de los médicos se quedó haciendo anotaciones en mi expediente y yo, que no podía más del dolor, no sólo físico, sino emocional por la 'inminente' muerte de mi bebé, le dije: "Doctor, sé que quizá está mal lo que le voy a preguntar pero... ¿mi bebé está sufriendo?"
Recuerdo que no pude ni terminar de hacer la pregunta cuando mis ojos ya estaban llenos de lágrimas.

El rostro del médico se puso tensó y en su semblante se podía leer de manera tan clara que mi pregunta lo había turbado y que no sabía qué decir...     pude ver en su cara una expresión de "¡¿Qué le digo a esta mujer para no herirla?!" Entonces comenzó una perorata acerca del funcionamiento del hígado y el riñón, y de porqué es tan importante que ambos funcionen correctamente.
En mi mente entendí que no respondería directamente a la pregunta, aunque por supuesto acababa de responderla y fue un rotundo SÍ. Dicen que 'el que calla otorga', solo que en esta ocasión 'el que evadió otorgó.'

Durante mucho tiempo, como tantas otras mujeres, me sentí culpable de la muerte de mi hija, porque considero que mi deber de madre era cuidarla, y cuando ella murió sentí que yo había fallado en esa protección que debí ofrecer. Dentro de esa culpa estaba la parte de "ella sufrió y yo no pude hacer nada para evitarlo."

Con los meses, en una consulta con mi doctora privada ella me cuestionó cómo me sentía y yo le expresé mi sentimiento de culpa; le dije que la vida de mi hija no solo había sido muy corta sino que además ella había sufrido mucho. Que yo lloraba ese sentimiento de manera constante: "No sé cómo explicarlo pero yo siento en mi mente, alma, y corazón, que mi hija sufrió, pero cuando lo menciono nadie me cree, me dicen que eso no es cierto, que me estoy fabricando ideas, que no piense en eso, que no hay manera de que yo pudiera saber si sufría o no, etcétera; pero yo  que ella sufrió y eso me causa culpa, aún cuando soy consciente que no había manera de que yo pudiera evitar la falla genética que provocó su enfermedad y muerte."

Entonces mi doctora, con la mayor paciencia y delicadeza respondió: "Señora, no intentaré minimizar lo que usted sintió, ni tampoco el sufrimiento de su bebé. Le creo lo que usted sintió y debo explicarle el caso de su hija. Usted recordará que en su expediente mencionan que se presentaron alteraciones de la frecuencia cardíaca; estas normalmente se dan cuando los órganos del bebé comienzan a fallar. En el caso de Rebeca, toda el agua que tenía en su cuerpo comenzó a provocar alteraciones que llevaron a fallas en el organismo y por consecuencia el corazón también comenzó a tener afectaciones, de ahí la alteración en su frecuencia cardíaca. En medicina a este conjunto de circunstancias le conocemos como sufrimiento fetal, es decir, se podría aceptar la teoría de que físicamente su hija sí sufrió, sin embargo, no quiero que usted se quede con ese pensamiento, con lo que quiero que se quede es con que, aunque ella sufrió, no fue por mucho tiempo."

Entonces sentí calma; eso era lo que yo necesitaba, esas eran las palabras que yo requería en esa cama de hospital y no tres meses después en un consultorio privado.
Yo no necesitaba de su paternalismo y no quería que me evadieran o me dijeran mentiras piadosas mientras mi hija agonizaba, lo único que esperaba era que, a la pregunta de "¿mi bebé está sufriendo?" se me respondiera "Sí señora, Rebeca está sufriendo, pero no se preocupe, estamos haciendo todo lo posible porque su sufrimiento termine lo antes posible."
Durante semanas en mi cabeza me decía "yo solo quería que me garantizaran que estaban ayudando a mi hija a 'bien morir', a que dejara de sufrir."

Gracias a mi doctora privada sentí paz finalmente, por mi hija y por mí, respecto a ese tema. Yo "tenía razón", mi bebé sufrió...     pero no fue por mucho tiempo.


Cada vez que pienso en lo que el personal de los servicios de salud enfrentan día con día, especialmente en el área de ginecobstetricia, lo primero que viene a mi mente es la falta de preparación para poder lidiar y manejar las propias emociones. No debe ser nada sencillo ver tanto sufrimiento humano sin llegar a sentir algún desgaste emocional; y alguien que no es capaz de controlar sus propios sentimientos difícilmente puede lidiar con los ajenos, situación que es inherente a su profesión como médicos, enfermeras, auxiliares, etcétera.
Seguramente que perder un paciente debe ser un golpe muy duro, tanto más debe serlo cuando ese paciente apenas está comenzando a vivir y lo que menos se desea o espera  es que llegue la muerte.

Después de haberle preguntado al doctor en el hospital si mi hija estaba sufriendo me sentí muy mal; no solo por su respuesta, que confirmaba mis temores de una manera evasiva, sino porque era obvio que lo hice sentir mal.
Yo ya me sentía terrible por la amenaza de la muerte de mi bebé; y varias veces en este tiempo me he preguntado ¿qué necesidad teníamos, él doctor de turbarse y no saber qué decir ni tampoco cómo tranquilizarme, y yo de sentirme mal por haberlo puesto en esa posición?, ¿es que acaso no era suficiente con el dolor de la pérdida, encima tuve que sentirme mal por haberle hecho pasar ese mal trago?

Y todo simplemente porque no hay protocolos, porque no se les ofrece la capacitación necesaria para manejar estas situaciones de la manera más sana tanto para el paciente como para ellos.

Es por esto que pido, para todo el personal médico: talleres de manejo emocional, terapias de apoyo, evaluaciones psicológicas habituales, capacitación constante y de calidad, y evaluaciones frecuentes de sus capacitadores.

Pueden leer y firmar la petición en el siguiente enlace: Servicios de salud de calidad


2 comentarios:

  1. Estimada mamá de Rebeca, buen día. En general, por lo menos lo que he visto en nuestro país, México, hay poca conciencia y por lo tanto ni siquiera un poco de empatía. Y ni qué hablar de la compasión. Los tres procesos van de la mano: si no hay conciencia es porque no hay empatía y no pueda haber entonces compasión. Pues esto empieza por uno mismo. Me apena el sufrimiento de ambas, algún aprendizaje o consecuencia llamémosle positivo ojalá tengan. Como el hecho de ayudar a que exista sensibilidad que no sensiblería al respecto. Por un sistema de salud objetivo, compasivo, racional, muchas gracias por su voluntad y compartir su experiencia. Bendiciones.

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    1. Muchas gracias Maritza, eso es precisamente lo que buscamos: sensibilidad, no sensiblería.
      Saludos.

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